Pop tiene 6 años. No es un niño.
No es una niña. Por supuesto, ha nacido con un sexo, pero sus padres han
decidido no darle un género. Todavía. Esta familia sueca sigue la tendencia que
hemos podido conocer en otros ejemplos recientes: son padres que consideran el
género una construcción social limitadora.
Como tal limitación, han decidido
evitársela a su retoño. La joven pareja tuvo a Pop cuando tenían veintiún años.
Influidos por las teorías del género que calan a cada vez más sectores de la
sociedad en Suecia, decidieron no revelar el sexo de su hijo.
De manera muy resumida, la teoría
de género indica (y estudia) que las diferencias entre “hombres” y “mujeres” son
en una gran parte construidas por la cultura y no forman parte de la biología;
si bien es cierto hay dos sexos entre los seres humanos, una buena parte de los
“rasgos” diferenciadores los hemos puesto más tarde, por los hábitos de vida y
los estereotipos culturales. Los padres de Pop explican así su decisión:
“Queremos ver a Pop crecer libremente, y no encajado en un molde de género. Es
cruel que, al nacer un niño, se le ponga un sello azul o rosa en la frente. Si
mantenemos el género neutral, no se verá influido por la forma distinta en la
que la gente trata a los niños y niñas”.
Para poder llevar a cabo esta
crianza de “género neutro” ambos trabajan a media jornada, y así pueden
repartirse las tareas de educación: Pop no ha asistido a la guardería y sus
propios padres le están enseñando. Decide por sí mismo su ropa o su peinado,
cuentan en este artículo de Le Figaro, a veces se pone vestidos y a veces
pantalón, sin que pongan ningún impedimento. Sus padres dicen que Pop es
“estable y confiado”, pero también sabemos que un niño que no acude a la
escuela no está aprendiendo la misma socialización que el resto.
Un experimento curioso cuyas
consecuencias sobre los niños aún no las podemos calcular
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