"Dani lindo, angelito guapo, cuídanos". "Daniel, donde estés
ruega por nosotros. Respetos para ti". "Cuídanos y líbranos, ayúdanos
a seguir adelante".
Las frases escritas a mano se leen en el nicho temporal que ocupa el cuerpo
de Daniel Zamudio en el Cementerio General de Santiago.
El joven homosexual murió en marzo del 2012, a los 24 años, tras
ser atacado por cuatro sujetos en un parque en el centro de la capital chilena.
Sus agresores actuaron "con crueldad extrema y total desprecio por la vida
humana", según el veredicto de la justicia que se conoció a mediados de
octubre.
La conmoción que causó el crimen impulsó la aprobación de una Ley
Antidiscriminación que lleva su nombre y que, sin embargo, no se puede aplicar
retroactivamente.
Sus agresores, por lo tanto, no enfrentarán el agravante de la
discriminación por condición sexual.
Este lunes conocieron sus condenas: Patricio Ahumada fue sentenciado a
cadena perpetua, mientras que Alejandro Angulo y Raúl López recibieron 15 años
de cárcel y Fabián Mora, 7 años.
"Más cerca de Dios"
"Daniel Zamudio tiene todos los elementos para convertirse en una
animita”, reflexiona Claudia Lira, investigadora de cultura popular y
tradicional y profesora de la Universidad Católica de Santiago.
"Es una muerte cruenta, inesperada, donde hay mucho derramamiento de
sangre, hay una tragedia", explica.
"La gente siente que esta muerte es injusta, porque él era una persona
discriminada, que muere indefenso, en la calle", indica Lira.
"En la cosmovisión chilena, aunque exista un proceso judicial, él se
convierte en mártir, en una concepción que viene del catolicismo y que se junta
con la idiosincrasia chilena; la persona puede estar más cerca de Dios porque
el sufrimiento la ha transformado y por lo tanto, se le pueden pedir
cosas", concluye la experta.
200 cartas
Parte de las notas que se dejan en el nicho donde hoy descansa Daniel
Zamudio son rescatadas por el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual
de Chile, Movilh, que reconoce en el caso de la golpiza y muerte del joven un
antes y un después en la sociedad chilena.
"Nosotros vamos casi todas las semanas a ver a Daniel y recogemos
muchas cartas que le escribe la gente por distintas razones. Desde chicos,
chicas que le piden ayuda, o mensajes de cariño, de afecto", cuenta el
presidente del Movilh, Rolando Jiménez.
"La última vez que conté teníamos como 150, 200", cuenta el
activista que espera incorporar los textos de alguna manera a la tumba y
memorial a la diversidad que se construyen en el mismo cementerio para
transladar los restos de Zamudio.
"Nosotros no tenemos vinculación con ninguna religión ni
creencia", afirma Jiménez.
"Somos bastante ateos, entre otras cosas por el rol que ha jugado la
iglesia Católica en la difusión y promoción de la homofobia a nivel cultural a
lo largo y ancho de su historia".
"Pero si la gente siente una cercanía desde esa lógica con Daniel,
somos respetuosos. Y en la tumba memorial habrá espacio para que la gente siga
dejando sus cartas y las cosas que hoy le llevan, regalos, juguetes,
corazones”.
El Movilh también proyecta instalar algún recordatorio en el parque donde
atacaron a Zamudio y donde la mañana del 3 de marzo del 2012 lo encontró un
guardia que luego declararía a la justicia que "nunca había visto una
agresión tan brutal".
Hoy, una cruz, flores y un lienzo marcan el lugar.
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