En su última eucaristía pública, Benedicto XVI criticó la 'hipocresía religiosa'.
En su primera aparición pública tras su sorprendente renuncia al pontificado el pasado lunes, Benedicto XVI denunció la “hipocresía religiosa” y las divisiones en el clero” en medio de una jornada de despedida repleta de aplausos, ovaciones y pancartas por parte de los peregrinos que abarrotaban el aula Pablo VI, donde se celebró ayer la penúltima audiencia de los casi ocho años que va a permanecer en el solio pontificio.
Fue el primer momento en que los fieles pudieron expresar libremente su afecto al papa y su respaldo al paso histórico que dará el 28 de febrero, cuando suelte las riendas de la Iglesia. Benedicto XVI estaba emocionado y no escatimó sonrisas y saludos a los fieles.
El segundo momento en el que pudo despedirse fue en la misa de miércoles de ceniza celebrada en la basílica de San Pedro. Fue una de esas ceremonias en las que quienes han participado en ellas las recuerdan toda la vida. Fue la última eucaristía pública presidida por el papa después de que anunció su renuncia, por lo que la emoción y la expectación por estar cerca de Benedicto XVI eran máximas.
Antes de comenzar su catequesis, el Pontífice explicó los motivos de su renuncia e invitó a los creyentes a que recen por él, por la comunidad cristiana y por su sucesor. Justificó su decisión, tomada “con plena libertad”, como exige el derecho canónico, “por el bien de la Iglesia”.
Dijo haber decidido abandonar “tras haber orado durante mucho tiempo” y haber examinado su conciencia ante Dios, “muy consciente de la importancia de este acto, pero consciente de no estar ya en condiciones de desempeñar el ministerio petrino con la fuerza que este requiere”.
Al inicio de su homilía, que cierra su magisterio y fue, en cierta forma, un testamento de su fe, el obispo de Roma aprovechó el “particular momento” para dar las gracias “a todos” y pedir a los fieles un “recuerdo en la oración”.
Luego elevó una última súplica a toda la Iglesia, lamentando que se “desfigure” su rostro por las “divisiones en el cuerpo eclesial” y las “culpas contra la unidad”. Por eso pidió una “más intensa y evidente comunión” que supere “individualismos y rivalidades”.
También denunció la “hipocresía religiosa” y las “actitudes que buscan aplausos y aprobación”.
Al final de la celebración, el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado y fiel “mano derecha” del obispo de Roma durante sus ocho años en el solio pontificio, le dedicó unas palabras de homenaje que destaparon los sentimientos entre los presentes.
Después de que un emocionadísimo Bertone agradeció al papa su “luminoso ejemplo de sencillo y humilde trabajador en la viña del Señor”, se desató un largo aplauso en la basílica, con todos los asistentes de pie. La ovación, salpicada de algunos gritos de “viva el papa”, se prolongó durante varios minutos. Al final tuvo que ser el propio papa quien pidió “volver a la oración”.
Muchos de los cardenales y obispos rompieron a llorar. Tampoco el secretario personal del papa, el arzobispo Georg Gänswein, pudo contener las lágrimas. Cuando finalmente terminó la ceremonia, la basílica entera volvió a dedicar un aplauso cerrado de despedida al Pontífice.
En la audiencia de la mañana también dio las gracias por el “amor y la plegaria con que se ha sentido acompañado en estos días”. “Sigan rezando por mí, por la Iglesia, por el próximo papa”, pidió.
La última aparición pública de Benedicto XVI será en la audiencia del 27 de febrero, que se celebrará en la plaza de San Pedro.
Al día siguiente, un helicóptero lo llevará a la residencia estival de Castelgandolfo, donde permanecerá hasta que sea elegido el Pontífice número 266 de la historia de la Iglesia.
Publicación
eltiempo.com
Sección
Internacional
Fecha de publicación
14 de febrero de 2013
Autor
Darío Menor Torres
Para EL TIEMPO Ciudad del Vaticano
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