Es desconcertante y desolador el escenario planteado ante la cantidad de personas (en el mundo y muy especialmente en nuestro país) que sufren diferentes males, que demandan la reposición de algún órgano que les permita, o bien seguir viviendo, o bien disponer de una mejor calidad de vida. Luego, es aún más dramática la realidad para la familia venezolana cuando las estadísticas (Red Consejo Iberoamericano de Donación y Trasplante, y Organización Nacional de Trasplante de Venezuela) señalan que la tasa anual de donación no supera la media de 3,5 por cada millón de personas.
El sufrimiento en Venezuela y el mundo es ofensivo a la condición humana. Mientras, en nuestro país los resultados en términos de donación no han sido mejores durante los últimos tres años (2008 a 2010). La población aumenta, y sin embargo tenemos un ligero aumento en trasplante de córneas de 110 a 122, pero en el caso de médula ósea descendemos de 75 a 55, en el caso de riñones disminuye de 278 a 263, y finalmente en el caso de hígados bajamos de 10 a 8. Esto mientras que la lista de pacientes en espera aumenta de manera preocupante.
Como cristianos creemos que si alguna acción reviste un gran valor ético y tiene congruencia con los principios bíblicos, es el estar dispuesto a dar vida y bien a otros. Jesús dijo: “Nadie tiene mayor amor que este, el que uno ponga su vida por otros” y dice la Biblia “En esto hemos conocido el amor, en que Él puso su vida por nosotros. Así también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos.” Dicho esto, los cristianos creemos que al donar órganos con la finalidad de salvar y/o prolongar la vida de otro, nos conforma al carácter de Cristo quien asimismo en su amor se dio por nuestra salvación.
Saludamos la iniciativa de la Asamblea Nacional de traer a la palestra el tema de la donación de órganos, sin embargo aunque es una iniciativa importante. Es insuficiente. Dado que ningún éxito ha tenido el principio de “presunto consentimiento” en que se apoya la reforma del artículo 16 de la ley de trasplante de órganos y materiales anatómicos.
Este concepto (colindante con principios constitucionales) ya estaba en boga en la legislación del 2002 y sin embargo los resultados demuestran que la aplicación de medidas coercitivas a la sociedad (por comprensibles que sean en nuestra situación de emergencia) no han aportado soluciones más allá del papel y las buenas intenciones. Pues las estadísticas demuestran que no sirven de nada las legislaciones sino se emprenden políticas de Estado que vayan más allá del discurso.
Asimismo, consideramos altamente noble y aconsejable la donación de órganos (aún en vida) como un acto emanado del amor, que se debe asumir de manera consciente, responsable y voluntaria, y para ello es indispensable la clara información sobre tal decisión. Una decisión que de tomarse para hacer en vida considera la duplicidad y/o regenerabilidad del órgano a donar, con excepción de las mutilaciones o amputaciones.
No obstante, nos preocupa que la nueva legislación en su artículo 27 (aún con las mejores intenciones) sea contraria al principio de la progresividad de los derechos, al desconocer de los familiares la anterior prerrogativa de estos (en el anterior art. 16) a decidir la donación cuando se trata de muerte encefálica antes de producirse la muerte biológica.
El Estado no está en condiciones de presumir la voluntad del occiso o sus familiares de donar antes de la muerte biológica cuando además de las limitaciones estructurales de los servicios para fines de donación y transplantes, las estadísticas demuestran, o bien el desconocimiento o apatía de la población respecto al tema, o falta de oportunidad real de expresar su voluntad de donar o no. Sin embargo, el Estado está en condiciones de generar consultas no sólo con algunos grupos indígenas, sino con todos los demás venezolanos, los diferentes actores de la sociedad (el pueblo, las organizaciones religiosas representativas, y demás). Se pueden generar sólidas campañas a las que todos podemos sumarnos para educar y/o sensibilizar a la ciudadanía, y al mismo tiempo el gobierno nacional tiene los recursos para emprender métodos más democráticos e inclusivos como la consulta a los ciudadanos al momento de cedularse, o renovar documentos, y puede generar otros emprendimientos que permitan conocer la voluntad del ciudadano bien informado y sensibilizado sobre tan grave tema.
Finalmente, como CEV no sólo nos solidarizamos con las mejores iniciativas que pueda generar el Estado venezolano a fin de dar respuesta eficiente ante este drama, y especialmente con los sufrientes (pacientes y sus familias) sino que elevamos a Dios nuestra plegarias por el mejor bien de los venezolanos y extendemos a todos, más allá de sus creencias un firme llamado la caridad cristiana y humana manifestada en el noble acto de dar vida aún después de la vida.
Dios bendiga a Venezuela
Por el Consejo Evangélico de Venezuela.
Rev. José G Piñero
1er Vice-Presidente
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